sábado, 19 de junio de 2010

El teatro maestro

El teatro, este espejo de la vida, es un moldeador formidable del alma de las multitudes y del alma de las selecciones. Porque actúa simultáneamente sobre el ser humano entero: sentidos, alma, espíritu. Obra por ejemplaridad, por una acción elocuente, real también y más intensa que la vida.
Su influencia es principalísima en el bien como en el mal. Si no representa una escuela de belleza, de renacimiento y de verdad, deviene fatalmente una escuela de repugnancia, de mentira y de muerte. Que se convierta en esclavo del lujo, de la especulación industrial y de la frivolidad, como en nuestra ciega sociedad, y el teatro apenas será otra cosa que el engañador y cambiante reflejo de los vicios, de la ignorancia y bajeza de nuestra época.
Más colocad en su propio centro al alma consciente con todos sus poderes; haced que irradie la divina Psiquis su llama incandescente, desplegad sus alas y el teatro será el espejo de la más noble vida, el educador del pueblo, el iniciador que conduce al hombre a través de la selva. Este fue el teatro de ciertas épocas privilegiadas. Y existirá de nuevo más plenamente, más conscientemente, el día en que unos cuantos elegidos se capaciten de su poderío y sepan llevarlo a la práctica con la armadura sólida de los principios y de las voluntades.
Creo que el teatro del porvenir será muy variado y múltiple, pero que se subdividirá en tres formas principales que serán como tres grados de la vida, de la conciencia y de la belleza.
Actuará primeramente el Teatro Popular, provincial y campestre que, descendiendo hasta el pueblo, despertará su alma soñolienta por sus más nobles instintos y sus más poéticas tradiciones. Es el teatro deseado por Michelet, el que Maurice Pottecher, por nobilísima iniciativa, intentó actualizar en los Vosgos, el que Le Braz y Le Goffic intentaron restaurar en Bretaña, representando en lengua celta los viejos misterios bretones.
Seguirá luego el Teatro de la Ciudad que más propiamente llamaríamos Teatro de Combate, que estudiará la realidad contemporánea con penetrante mirada, observación aguda y profunda simpatía. Ibsen, Tolstoy, Hauptmann, Francisco de Curel, nos han proporcionado, de este teatro, señalados ejemplos.
Y habrá, por fin, el teatro de los electos, que podríamos llamar Teatro del Ensueño por su característica esencial y al que yo llamo Teatro del Alma por su fundamento inspirador y que evocará una elevada humanidad sobre el espejo de la historia, de la leyenda y del símbolo. Esta humanidad, por ser ideal, no será menos palpitante de vida y verdad.
Shakespeare dijo estas profundas verdades: “Estamos hechos de la tela de nuestros sueños”. Podríamos invertir su pensamiento y decir: “Nuestros pensamientos están hechos de la sangre de nuestra vida. Son la respiración y la aspiración de nuestras almas”.
Este Teatro de Ensueño, este teatro que relatará, en la leyenda de la humanidad, la Gran Obra del Alma, me atrevo a asegurar que será elevada y profundamente religioso, puesto que intentará unir lo humano a lo divino, proyectando sobre el hombre terreno el reflejo y la sanción de este trascendente mundo, del Más allá en el cual todos creemos tras formas diversas, no actuando más que en nombre de sentimientos infinitos e ideas eternas.
Entonces los poderes espirituales, los Dioses que en la tragedia griega se hallaban presentes en el alma de los espectadores, aquellos Dioses que invocaba el poeta y que hablaban por medio de los coros y que en ciertos momentos aparecían bajo forma humana, integrarán el teatro futuro a través de modalidades nuevas, planeando sobre él.
Un teatro concebido a través de tal espíritu, no será ya más simple diversión o especulación financiera, sino que se convertirá en una actuación social y será la manera de iniciación de las almas en la fiesta de la Verdad y de la Belleza.

Eduardo Schuré
De Le Théâtre de l’Ame