martes, 23 de septiembre de 2008

Teatro alquímico: De Artaud a Jorge Angel Livraga.

Cuando Antonin Artaud publicó su pequeña obra “El Teatro y su doble”, no podría imaginar el impacto y  la influencia que tendría en la teoría del Arte Dramático de finales del siglo XX. Hay en esa obra unos pilares sólidos, te tremendamente inesperados tanto en el autor como en la teoría teatral contemporánea que viene a identificar al Arte Dramático con la Alquimia:

 Hay entre el principio del Teatro y de la Alquimia una misteriosa identidad de esencia, ..ambas aspiran a una eficacia análoga  a la del proceso que en el dominio físico permite obtener realmente oro”.

 Artaud viene a definit el escenario teatral como “el doble” de la realidad, pero no de la realidad material y cotidiana sino reflejo de una realidad “arquetípica y peligrosa”, que no es humana sino –dirá- “inhumana”. Al Igual que el vocabulario alquímico tiene una evidente dimensión “teatral” en cuanto  a que mantienen un sentido simbólico y “representativo” que ponen en juego significados y fuerzas no operativas de forma inmediata, así mismo el Arte Dramático se configura como una operación alquímica de la que el término anteriormente utilizado “transubstanciación” es sólo un botón de muestra; Artaud lo llamará en su obra “las ideas del teatro Arquetípico y primitivo”. La operación teatral de fabricar oro, utilizando un significado del término teatro identificado con el ritual, identifican esencialmente ambas operaciones, ambas operaciones serían pues exactamente iguales.

 Sobre esta base, la del entendimiento del teatro como una operación para fabricar oro, es sobre la que trabajaremos a partir de ahora.

 No hay en Artaud una especial profundización en qué sea la “realidad peligrosa y arquetípica” de la cual sería el Doble el Teatro, y no hay tampoco una excesiva preocupación por ella , en cualquier caso, su simple constatación nos permite profundizar y legitimar el que es el fundamento último de este trabajo, que el Arte Dramático es algo que se resiste a la confinación que la Modernidad le ha atribuido, y que de alguna manera ese “algo” permanece latente  y misterioso incluso para aquellos más reacios a explicaciones metafísicas.

 La concreción más valiente, aunque no la definitiva de esta línea de investigación la vamos a tener en otro pensador, éste si directamente relacionado con el teatro como profesional, Mel Brooks y sus trabajos de investigación sobre “El Teatro Sagrado”, en su formulación más operativa de “teatro Invisible”. Afirma Brooks que

 “ El concepto de que el escenario es un lugar donde puede aparecer lo invisible ha hecho inevitablemente presa en nuestros pensamientos, todos sabemos que la mayor parte de la vida escapa a nuestros sentidos”

 No es necesario muchos argumentos para descubrir en la Ritualidad el origen mismo de la realidad teatral, ni en la Alquimia como el efecto más adecuado para describir tanto la transformación del actor mientras crea a su personaje, como al público cuando es afectado por la acción escénica, que es necesariamente un espacio ideal, de idealidad, una re- creación que no es mimesis ni representación sino necesariamente creación, evocación, conjuro:

“el sueño de un creador es poseer los poderes ocultos de un brujo y conseguir con ello efectos mágicos que transformen la realidad cotidiana en otra más profunda, bella y esencial” (Jose Luis Alonso de Santos.)

 De todo ello se pone en práctica en una obra esencial escrita por el verdadero artífice del teatro Alquímico: Jorge Angel Livraga. Sin complejo alguno, va a entender el Arte Dramático como una herramienta de transformación que integra todas las dimensiones del Ser Humano, manteniendo su origen y naturaleza mágicos, incluso identificándole con la magia misma.

En su obra “ El Teatro Mistérico en Grecia”, Jorge Angel Livraga no se limita a hacer un análisis historiográfico del teatro mistérico sino que nos dota de la comprensión de la mentalidad que nos hizo posibles, y que misteriosamente ha sido piedra de toque para absolutamente todos los dramaturgos de la posmodernidad. 

Su procedencia filosófica le permitió la libertad de llamar sin prejuicios las cosas por su nombre, y su lectura ha prendido en el corazón de todos los que empezamos el proyecto que se relata en este libro. El prólogo del libro mencionado es todo un manifiesto teatral para la posmodernidad, del que este libro es únicamente una prolongación técnica y una elaboración concreta. Debería leerse antes que este libro, o, en todo caso inmediatamente después de él, estimado lector.

Sani