sábado, 19 de junio de 2010
El teatro maestro
Su influencia es principalísima en el bien como en el mal. Si no representa una escuela de belleza, de renacimiento y de verdad, deviene fatalmente una escuela de repugnancia, de mentira y de muerte. Que se convierta en esclavo del lujo, de la especulación industrial y de la frivolidad, como en nuestra ciega sociedad, y el teatro apenas será otra cosa que el engañador y cambiante reflejo de los vicios, de la ignorancia y bajeza de nuestra época.
Más colocad en su propio centro al alma consciente con todos sus poderes; haced que irradie la divina Psiquis su llama incandescente, desplegad sus alas y el teatro será el espejo de la más noble vida, el educador del pueblo, el iniciador que conduce al hombre a través de la selva. Este fue el teatro de ciertas épocas privilegiadas. Y existirá de nuevo más plenamente, más conscientemente, el día en que unos cuantos elegidos se capaciten de su poderío y sepan llevarlo a la práctica con la armadura sólida de los principios y de las voluntades.
Creo que el teatro del porvenir será muy variado y múltiple, pero que se subdividirá en tres formas principales que serán como tres grados de la vida, de la conciencia y de la belleza.
Actuará primeramente el Teatro Popular, provincial y campestre que, descendiendo hasta el pueblo, despertará su alma soñolienta por sus más nobles instintos y sus más poéticas tradiciones. Es el teatro deseado por Michelet, el que Maurice Pottecher, por nobilísima iniciativa, intentó actualizar en los Vosgos, el que Le Braz y Le Goffic intentaron restaurar en Bretaña, representando en lengua celta los viejos misterios bretones.
Seguirá luego el Teatro de la Ciudad que más propiamente llamaríamos Teatro de Combate, que estudiará la realidad contemporánea con penetrante mirada, observación aguda y profunda simpatía. Ibsen, Tolstoy, Hauptmann, Francisco de Curel, nos han proporcionado, de este teatro, señalados ejemplos.
Y habrá, por fin, el teatro de los electos, que podríamos llamar Teatro del Ensueño por su característica esencial y al que yo llamo Teatro del Alma por su fundamento inspirador y que evocará una elevada humanidad sobre el espejo de la historia, de la leyenda y del símbolo. Esta humanidad, por ser ideal, no será menos palpitante de vida y verdad.
Shakespeare dijo estas profundas verdades: “Estamos hechos de la tela de nuestros sueños”. Podríamos invertir su pensamiento y decir: “Nuestros pensamientos están hechos de la sangre de nuestra vida. Son la respiración y la aspiración de nuestras almas”.
Este Teatro de Ensueño, este teatro que relatará, en la leyenda de la humanidad, la Gran Obra del Alma, me atrevo a asegurar que será elevada y profundamente religioso, puesto que intentará unir lo humano a lo divino, proyectando sobre el hombre terreno el reflejo y la sanción de este trascendente mundo, del Más allá en el cual todos creemos tras formas diversas, no actuando más que en nombre de sentimientos infinitos e ideas eternas.
Entonces los poderes espirituales, los Dioses que en la tragedia griega se hallaban presentes en el alma de los espectadores, aquellos Dioses que invocaba el poeta y que hablaban por medio de los coros y que en ciertos momentos aparecían bajo forma humana, integrarán el teatro futuro a través de modalidades nuevas, planeando sobre él.
Un teatro concebido a través de tal espíritu, no será ya más simple diversión o especulación financiera, sino que se convertirá en una actuación social y será la manera de iniciación de las almas en la fiesta de la Verdad y de la Belleza.
Eduardo Schuré
De Le Théâtre de l’Ame
El grupo "Teatro de las ideas" vuelve a la actividad
En unos meses, podrán disfrutar de su puesta en escena. Les seguiremos informando”.
jueves, 4 de junio de 2009
Arte dramático y dignidad humana. ¿Cómo puede usted ayudarme con su teatro?
Cuentan las más viejas leyendas que el Teatro le fue dado a la Humanidad para resolver sus conflictos. Aristóteles en su “Poética” nos dirá que la función del Arte Dramático no es otra que la de “hacer mejores a los hombres”, y en eso han coincidido en general todos los Maestros Teatrales: De Aristóteles a Shakespeare, de Stanislasky a Grotosky.
“Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros construirlo con nuestras manos cuando entramos en escena, en el escenario y en la vida”.
¿Cómo solucionar los problemas ¿ Cómo sería una sociedad ideal?
Carlos Roldán
viernes, 8 de mayo de 2009
UN TEATRO NUEVO Y MEJOR PARA UN MUNDO NUEVO Y MEJOR
Ha muerto Augusto Boal, el último gran maestro antes de esa amalgama de “artistas malditos” que han poblado los escenarios de actuaciones fáciles en busca del lleno en taquilla, como diría Joaquin Sabina “mercachifles del vacío total”.
domingo, 3 de mayo de 2009
Muere Augusto Boal
Entre 1971 y 1980 escapó de la persecución del régimen militar brasileño y vivió exiliado en Argentina, Estados Unidos y en Francia, donde enseñó sus técnicas en la parisina Universidad de La Sorbona.
El "Teatro del Oprimido" supuso la semilla de algunas corrientes del teatro moderno que convierten al espectador en parte activa de la pieza teatral.
El pasado marzo, ya aquejado y debilitado por el cáncer, recibió el reconocimiento de "Embajador Mundial del Teatro" de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)."
lunes, 20 de abril de 2009
Mensaje en el día mundial del teatro. De Augusto Boal
No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino también el café de la mañana y los buenos días, los tímidos enamoramientos, los grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática; todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas: haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible: hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, sí, pero lejos de nosotros, en países distantes y salvajes. Nosotros que vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de Bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, era virtual, fea ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables. No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y muchos perdían todo. Políticos de los países ricos se encerraban en reuniones secretas y de ahí salían con soluciones mágicas. Nosotros, las víctimas de sus decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.
Veinte años atrás, yo dirigí ‘Fedra' de Racine, en Río de Janeiro. El escenario era pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el espectáculo, les decía a mis actores: "Ahora acaba la ficción que hacemos en el día a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida."
Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de vida!
Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!
Fuente y traducción: revista Artez
martes, 31 de marzo de 2009
“Un ser Humano, una Pasión, y un Tablado”. Homenaje a el Brujo
“...así no tiene que extrañarnos que en las primeras representaciones teatrales, si es que las podemos llamar así, porque no había ni teatros ni escenarios ni decorados ni luces..."(Delia Steinberg)
Unos personajes que no les tiembla la mano en hacer críticas-muchas veces terriblemente atrevidas- a las costumbres y modos de vida del mismo público que está presente, críticas que no degeneran en violencia sencillamente porque estamos todos transfigurados en lo mejor de nosotros mismos, y convertimos su crítica en nuestra crítica, en nuestra propia autocrítica, El Brujo hace que nos veamos desde arriba, y, cuando reímos , lo hacemos de nosotros mismos y de nuestras miserias, glorioso….
Carlos Roldán
lunes, 9 de marzo de 2009
EL TEATRO SAGRADO.- (de Peter Brook)
Peter Brook nace en Londres, en 1925. Se gradua allí en Artes en Oxford. Entre 1947 y 1950 es director de
Peter Brook integra la creación teatral con un impulso reflexivo. Así ha generado diversas obras donde intenta pensar las vetas de sentido que atraviesan el hecho teatral. Aquí le presentaremos, en este momento de Temakel, parte de un capítulo de El espacio vacío; un capítulo dedicado a la meditación sobre lo sagrado en el teatro. Brook nos propone recordar, y acaso volver a experimentar, un instante histórico inicial donde el teatro era ceremonia iniciática, espacio de magia hechicera, latido de un rito sagrado. En esta búsqueda, Brook recuerda los teatros en Oriente, en las culturas arcaicas y la indeleble huella del Teatro de
E.I
EL TEATRO SAGRADO
Por Peter Brook
Lo llamo teatro sagrado por abreviar, pero podría llamarse teatro de lo invisible-hecho-visible: el concepto de que el escenario es un lugar donde puede aparecer lo invisible ha hecho presa en nuestros pensamientos. Todos sabemos que la mayor parte de la vida escapa a nuestros sentidos: una explicación más convincente de las diversas artes es que nos hablan de modelos que sólo podemos reconocer cuando se manifiestan en forma de ritmos o figuras. Observamos que la conducta de la gente, de las multitudes, de la historia, obedece a estos periódicos modelos. Oímos decir que las trompetas destruyeron las murallas de Jericó; reconocemos que una cosa mágica llamada música puede proceder de hombres con corbata blanca y frac, que soplan, se agitan, pulsan y aporrean. A pesar de los absurdos medios que la producen, en la música reconocemos lo abstracto a través de lo concreto, comprendemos que hombres normales y sus chapuceros instrumentos quedan transformados por un arte de posesión. Podemos hacer un culto de la personalidad del director de orquesta, pero somos conscientes de que él no hace música, sino que la música lo hace a él; si el director está relajado, receptivo y afinado, lo invisible se apodera de él y, a su través, nos llega a nosotros. (1)
EL RITO PERDIDO
...Cierto es que seguimos deseando captar en nuestras artes las corrientes invisibles que gobiernan nuestras vidas, pero nuestra visión queda trabada al extremo oscuro del espectro... Aunque el teatro tuvo en su origen ritos que hacían encarnar lo invisible, no debemos olvidar que, a excepción de ciertos teatros orientales, dichos ritos se han perdido o están en franca decadencia. La visión de Bach se ha conservado escrupulosamente en la exactitud de sus notaciones; en Fra Angélico asistimos a la verdadera encarnación, pero ¿dónde encontrar la fuente hoy día para intentar tales procedimiento? En Coventry, por ejemplo, se ha construido una nueva catedral de acuerdo con la mejor receta para lograr un noble resultado. Honestos y sinceros artistas, los "mejores", se han agrupado para levantar, por medio de un arte colectivo, un monumento a la gloria de Dios, del Hombre, de
El actor busca en vano captar el eco de una tradición desvanecida, lo mismo que los críticos y el público. Hemos perdido todo el sentido del rito y del ceremonial, ya estén relacionados con las Navidades, el cumpleaños o el funeral, pero las palabras quedan en nosotros y los antiguos impulsos se agitan en el fondo. Sentimos la necesidad de tener ritos, de hacer algo por tenerlos, y culpamos a los artistas por no "encontrarlos" para nosotros. A veces el artista intenta hallar nuevos ritos teniendo como única fuente su imaginación: imita la forma externa del ceremonial, pagano o barroco, añadiendo por desgracia sus propios adornos. El resultado raramente es convincente. Y tras años y años de imitaciones cada vez más débiles y pasadas por agua, hemos llegado ahora a rechazar el concepto mismo de un teatro sagrado.
Cuando fui a Stratford por primera vez, en 1945, todo valor concebible estaba enterrado bajo un sentimentalismo mortal, una complaciente valía, un tradicionalismo ampliamente aprobado por la ciudad, los eruditos y la prensa. Se necesitó la audacia de un anciano caballero excepcional, sir Barry Jackson, para tirar todo eso por la ventana y hacer aún posible la búsqueda de auténticos valores. Y fue en Stratford, años después, en ocasión de un almuerzo oficial para celebrar el cuadringentésimo aniversario del nacimiento de Shakespeare, donde vi un claro ejemplo de la diferencia existente entre lo que es y lo que podría ser un rito. Se pensó que el nacimiento de Shakespeare requería una celebración ritual. La única celebración que se nos podía ocurrir era un banquete, que hoy día significa una lista de personas incluidas en el Who’s Who, reunidas alrededor del príncipe Felipe, para comer salmón ahumado y bistecs. Los embajadores se saludaban con una ligera inclinación de cabeza y se pasaban el vino tinto del rito. Charlé con el diputado local. Luego, alguien pronunció un discurso oficial, le escuchamos correctamente y nos levantamos para brindar por Shakespeare. En el momento en que chocaron los vasos -por no más de una fracción de segundo, en la común conciencia de todos los presentes, por una vez todos concentrados en la misma cosa- pasó el pensamiento de que cuatrocientos años atrás había existido tal hombre, y que por ese motivo nos habíamos reunido. Por un instante el silencio se agudizó, hubo un esbozo de significado. Un momento después todo quedó borrado y olvidado. Si entendiéramos más sobre ritos, la celebración ritual de una persona a la que tanto debemos pudiera haber sido intencional, no casual. Pudiera haber sido tan poderosa como sus obras teatrales, tan inolvidables. La verdad es que no sabemos cómo celebrar, ya que no sabemos qué celebrar. Lo único que sabemos es el resultado final: conocemos y gustamos de la sensación y el clamor de lo celebrado mediante el aplauso, y ahí nos quedamos. Olvidamos que hay dos posibles puntos culminantes en una experiencia teatral: el de la celebración, con el estallido de nuestra participación en forma de vítores, bravos y batir de manos, o, también, en el extremo opuesto, el del silencio, otra forma de reconocimiento y apreciación en una experiencia compartida. Hemos olvidado por completo el silencio, incluso nos molesta; aplaudimos mecánicamente porque no sabemos qué otra cosa hacer y desconocemos que también el silencio está permitido, que también el silencio es bueno. (2)
EL TEATRO QUE OBRA POR MAGIA
...Todas las formas de arte sagrado han quedado destruidas por los valores burgueses, aunque esta clase de observación no ayuda a resolver el problema. Sería necio permitir que nuestra repulsa de las formas burguesas se convirtiera en repulsa de las necesidades comunes a todos los hombres: si existe todavía mediante el teatro, la necesidad de un verdadero contacto con una invisibilidad sagrada, han de ser examinados de nuevo todos los posibles vehículos.
A veces me han acusado de querer destruir la palabra hablada y, sin embargo, en este disparate hay un grano de verdad. En su fusión con la lengua norteamericana, nuestro idioma, en cambio continuo, rara vez ha sido más rico; no obstante, no parece que la palabra sea para los dramaturgos el mismo instrumento que fue en otro tiempo. ¿Se debe a que vivimos en una época de imágenes? ¿acaso hemos de pasar un período de saturación de imágenes para que emerja de nuevo la necesidad del lenguaje? Es muy posible, ya que los escritores actuales parecen incapaces de hacer entrar en conflicto, mediante palabras, ideas e imágenes con la fuerza de los artistas isabelinos. El escritor moderno más influyente, Brecht escribió textos ricos y plenos, pero la verdadera convicción de sus obras es inseparable de las imágenes de sus propias puestas en escena. Un profeta levantó su voz en el desierto. En abierta oposición a la esterilidad del teatro francés anterior a la guerra, un genio iluminado, Antoine Artaud, escribió varios folletos en los cuales describía con imaginación e intuición otro teatro sagrado cuyo núcleo central se expresa mediante las formas que le son más próximas, un teatro que actúa como una epidemia por intoxicación, por infección, por analogía, por magia, un teatro donde obra, la propia representación, se halla en lugar del texto.
¿Existe otro lenguaje tan exigente para el autor como un lenguaje de palabras? ¿Existe un lenguaje de acciones, un lenguaje de sonidos, un lenguaje de palabra como parte de movimiento, de palabra como mentira, de palabra como parodia, de palabra como basura, de palabra como contradicción, de palabra-choque, de palabra-grito? Si hablamos de lo más-que-literal, si poesía significa lo que se aprieta más y penetra más profundo, ¿es aquí donde se encuentra? Charles Marowitz y yo formamos un grupo, con el Royal Shakespeare Theatre, llamado Teatro de
El nombre del grupo era un homenaje a Artaud, pero no significaba que estuviéramos intentando reconstruir el teatro de Artaud. Cualquiera que desee saber qué significa "teatro de la crueldad" ha de recurrir directamente a los escritos de Artaud. Empleamos este llamativo título para definir nuestros experimentos, muchos de ellos directamente estimulados por el pensamiento artaudiano, si bien numerosos ejercicios estaban muy lejos de lo que él había propuesto. No comenzamos por el centro, sino que iniciamos nuestro trabajo con la máxima sencillez por los márgenes.
Colocábamos a un actor frente a nosotros, le pedíamos que imaginara una situación dramática que no requiriese ningún movimiento físico e intentábamos comprender en qué estado de ánimo se encontraba. Naturalmente, era imposible, y éste era el objeto del ejercicio. El siguiente paso consistía en descubrir qué era lo mínimo que necesitaba para poder comunicarse. ¿Un sonido, un movimiento, un ritmo? ¿Eran intercambiables estos elementos o cada uno tenía su fuerza particular y sus limitaciones? Por lo tanto trabajábamos imponiendo drásticas condiciones. Un actor
debe comunicar una idea -al principio siempre ha de ser un pensamiento o un deseo lo que debe proyectar-, pero sólo tiene a su disposición, por ejemplo, un dedo, un tono de voz, un grito o un silbido.
Un actor se sienta en un extremo de la sala, de cara a la pared. En el extremo opuesto, otro actor concentra su mirada en la espalda del primero, sin que se le permita moverse. El segundo actor ha de hacer que el primero le obedezca. Como éste se halla de espaldas, el segundo sólo puede comunicarle sus deseos por medio de sonidos, ya que no se le permite emplear palabras. Esto parece imposible, pero se puede hacer. Es como cruzar un abismo sobre un alambre: la necesidad origina de repente extraños poderes. He oído decir de una mujer que levantó un enorme automóvil para sacar de debajo a su hijo herido, proeza técnicamente imposible para sus músculos en cualquier posible situación.
. ..Nuestro trabajo se dirigía lentamente hacia diferentes lenguajes sin palabra: tomábamos un acontecimiento, un fragmento de experiencia y realizábamos ejercicios que lo transformaban en formas que pudieran ser compartidas por otros. Alentábamos a los actores a no verse sólo como improvisadores, entregados ciegamente a sus impulsos interiores, sino como artistas responsables de la búsqueda y selección entre las formas, de manera que un gesto o un grito fuera como un objeto descubierto e incluso remodelado por el actor. En nuestra experimentación llegamos a rechazar, por no considerarlo ya adecuado, el tradicional lenguaje de las máscaras y del maquillaje. Experimentábamos con el silencio. Emprendimos la tarea de descubrir las relaciones entre el silencio y su duración: necesitábamos un público ante el cual pudiéramos colocar un actor silencioso, con el fin de cronometrar el tiempo de atención que era capaz de imponer a los espectadores. Luego experimentamos con el ritual, en el sentido de esquemas repetidos, para ver cómo es posible ofrecer más significado y más rápidamente que por el lógico desarrollo de los acontecimientos. Nuestro objetivo en cada experimento, bueno o malo, acertado o desastroso, era el mismo: ¿puede hacerse visible lo invisible mediante la presencia del intérprete?
Sabemos que el mundo de la apariencia es una corteza: bajo la corteza se encuentra la materia en ebullición que vemos si nos acercamos a un volcán. ¿Cómo dominar esta energía? Estudiábamos los experimentos biomecánicos de Meverhold con los que representó escenas de amor en columpios, y en una de nuestras representaciones Hamlet arrojó a Ofelia a los pies del público mientras que él se balanceaba en una cuerda sobre la cabeza de los espectadores. Negábamos la psicología, intentábamos destrozar las divisiones aparentemente estancas entre el hombre público y el particular, entre el hombre externo, cuya conducta está ligada a las reglas fotográficas de la vida cotidiana, que ha de sentarse por sentarse y permanecer de pie por permanecer de pie, y el hombre interno, cuya anarquía y poesía suelen expresarse sólo por sus palabras. El discurso no realista se ha aceptado durante siglos, toda clase de público se tragó la convención de que las palabras podían hacer las cosas más extrañas: en un monólogo, por ejemplo, un hombre permanece quieto pero sus ideas pueden vagar por donde quieran. El discurso bien torneado es una buena convención, pero ¿hay otra? Cuando un hombre pasa por encima de las cabezas de los espectadores sujeto a una cuerda, cada aspecto de lo inmediato se pone en peligro y el público, que se encuentra a gusto cuando el hombre habla, se ve lanzado a un caos. ¿Puede aparecer en este instante de perplejidad un nuevo significado?
En las obras naturalistas el dramaturgo crea el diálogo de tal manera que, aun pareciendo natural, muestra lo que quiere que se vea. Al emplear un lenguaje ilógico, mediante la introducción de lo ridículo en el discurso y de lo fantástico en la conducta, un autor del teatro del absurdo se adentra en otro vocabulario. Por ejemplo, llega un tigre a la habitación y la pareja no se da cuenta: la mujer habla, el marido contesta quitándose los pantalones y un nuevo par entra flotando por la ventana. El teatro del absurdo no buscaba
lo irreal por buscarlo. Empleaba lo irreal para hacer ciertas exploraciones, ya que observaba la alta de verdad en nuestros intercambios cotidianos, y la presencia de verdad en lo que parecía traído por los pelos. Si bien ha habido algunas obras notables surgidas de esta manera de ver el mundo, en cuanto escuela el absurdo ha llegado a un callejón sin salida. Lo mismo que en tanta estructura novelística, lo mismo que en tanta música concreta, por ejemplo, el elemento de sorpresa se atenúa y tenemos que afrontar el hecho de que el campo que abarca es a veces pequeñísimo. La fantasía inventada por la mente corre el riesgo de ser de poca monta, la extravagancia y el surrealismo de tanta parte del absurdo no hubiera satisfecho a Artaud más que la estrechez de la obra psicológica. Lo que quería en su búsqueda de lo sagrado era absoluto: deseaba un teatro que fuera un lugar sagrado, quería que ese teatro estuviera servido por un grupo de actores y directores devotos, que crearan de manera espontánea y sincera una inacabable sucesión de violenta imágenes escénicas, provocando tan poderosas e inmediatas explosiones de humanidad que a nadie le quedaran deseos de volver de nuevo a un teatro de anécdota y charla. Quería que el teatro contuviera todo lo que normalmente se reserva al delito y a la guerra. Deseaba un público que dejara caer todas sus defensas, que se dejara perforar, sacudir, sobrecoger, violar, para que al mismo tiempo pudiera colmarse de una poderosa y nueva carga.
Esto parece formidable; origina, sin embargo, una duda. ¿Hasta qué punto hace pasivo al espectador? Artaud mantenía que sólo en el teatro podíamos liberarnos de las recognoscibles formas en que vivimos nuestras vidas cotidianas. Eso hacía del teatro un lugar sagrado donde se podía encontrar una mayor realidad. Quienes ven con sospecha la obra artaudiana se preguntan hasta qué punto es omnímoda esta verdad y, en segundo lugar, qué valor tiene la experiencia. Un totem, un grito de las entrañas, pueden derribar los muros de prejuicio de cualquier hombre, un alarido puede sin duda alguna llegar hasta las vísceras. ¿Pero es creativa, terapéutica, esta revelación, este contacto con nuestras represiones? ¿ Es verdaderamente sagrada o bien Artaud en su pasión nos arrastra a un mundo inferior, al margen del esfuerzo, de la luz, a D. H. Lawrence, a Wagner? ¿No hay incluso un olor a fascismo en el culto de la sinrazón? ¿No es antiinteligente un culto de lo invisible? ¿No es una negación de la mente?
Al igual que ocurre con todos los profetas, debemos distinguir al hombre de sus seguidores. Artaud nunca logró su propio teatro; quizá la fuerza de su visión es como la zanahoria delante de la nariz, que nunca se puede alcanzar. Cierto es que siempre habló de una completa forma de vida, de un teatro en el cual la actividad del actor y la del espectador son llevadas por la misma desesperada necesidad.
Artaud aplicado es Artaud traicionado: traicionado porque se explota sólo una parte de su pensamiento, traicionado porque es más fácil aplicar reglas al trabajo de un puñado de devotos actores que a las vidas de los desconocidos espectadores que por casualidad se han adentrado en el teatro.
Sin embargo, en las impresionantes palabras "teatro de la crueldad" se busca a tientas un teatro más violento, menos racional, más extremado, menos verbal, más peligroso. Hay una alegría en las conmociones, cuya dificultad es que desaparecen. ¿Qué sigue a una conmoción? Ahí radica el obstáculo. Disparo una pistola apuntando hacia el espectador -lo hice en cierta ocasión- y por un segundo tengo la posibilidad de alcanzarlo de un modo diferente. Debo relacionar esta posibilidad con un propósito; de lo contrario, un instante después, el espectador vuelve a su punto de partida: la inercia es la mayor fuerza conocida. Muestro una hoja de color azul -nada más que de ese color-, ya que el azul es una afirmación directa que produce una emoción. Un instante después dicha impresión se desvanece. Si hago surgir un brillante destello de color escarlata, la impresión que produce es diferente, pero a menos que alguien se aferre a ese momento y sepa por qué, cómo y para qué lo hago, la impresión comienza también a desaparecer. (3)
...Para iniciar una ceremonia de vudu haitiano lo único que se necesita es un poste y gente. Se comienza a batir los tambores y en la lejana África los dioses oyen la llamada. Deciden acudir y, como el vudu es una religión muy práctica, tiene en cuenta el tiempo que necesita un dios para cruzar el Atlántico. Por lo tanto, se continúa batiendo los tambores, salmodiando y bebiendo ron. De esta manera se prepara el ambiente. Al cabo de cinco o seis horas llegan los dioses, revolotean por encima de las cabezas y, naturalmente, no merece la pena mirar hacia arriba ya que son invisibles. Y aquí es donde el poste desempeña su vital papel. Sin el poste nada uniría el mundo visible y el invisible. Al igual que la cruz, el poste es el punto de conjunción. Los espíritus se deslizan a través del bosque y se preparan para dar el segundo paso en su metamorfosis. Como necesitan un vehículo humano, eligen a uno de los participantes en la ceremonia. Una patada, uno o dos gemidos, un breve paroxismo en el suelo y el hombre queda poseído. Se pone de pie, ya no es él mismo, sino que está habitado por el dios. Este tiene ahora forma, es alguien que puede gastar bromas, emborracharse y escuchar las quejas de todos. Lo primero que hace el sacerdote cuando llega el dios es estrecharle la mano y preguntarle por el viaje. Se trata de un dios apropiado, pero ya no es irreal: está ahí, a nivel de los participantes, accesible. El hombre o la mujer comunes pueden hablarle, cogerle la mano, discutir, maldecirlo, irse a la cama con él: así, de noche, el haitiano está en contacto con los grandes poderes y misterios que le gobiernan durante el día.
En el teatro, durante siglos, existió la tendencia a colocar al actor a una distancia remota, sobre una plataforma, enmarcado, decorado, iluminado, pintado, en coturnos, con el fin de convencer al profano de que el actor era sagrado, al igual que su arte. ¿Expresaba esto reverencia o existía detrás el temor a que algo quedara al descubierto si la luz era demasiado brillante, si la distancia era demasiado próxima? Hoy día hemos puesto al descubierto la impostura, pero también hemos redescubierto que un teatro sagrado sigue siendo lo que necesitamos. ¿Dónde debemos buscarlo? ¿En las nubes o en la tierra? (4)
(*) Fuente: Todas las citas proceden de Peter Brook, El espacio vacío, Arte y técnica del teatro (trad. Ramón Gil Novales), Barcelona, Ed. Península, Colección Nexos, 1994
domingo, 15 de febrero de 2009
Se celebró el curso de Teatro Alquímico.-
El pasado fin de semana se celebró el curso de Teatro Alquímico. Pudimos constatar con el Arte dramático genera necesariamente una aceleración de los encuentros, de los sentimientos de amistad y también de un poco de la Magia que significa dar Vida y Creación.
miércoles, 21 de enero de 2009
Curso de iniciación: Teatro Alquímico
Temario:
EL TEATRO ALQUÍMICO
CREACIÓN EMOCIONAL:impulsos emocionales y estrategias
PALABRA EN MOVIMIENTO:decir el texto y lectura dramatizada
CREACIÓN DE ATMÓSFERA:interiorización y caracterización
GESTUALIDAD:ritmo y tiempo
CATARSIS:elevación y transmutacióndel actor
ÉTICA Y FILOSOFÍA DEL ARTE
Horarios:
Sábado 10 a 14 y 16 a 20h y Domingo: 12 a 14h.
Coste inscripción:
30 €(Curso parcialmente subvencionado)
C/Comedias nº 5-1º Málaga
Tel: 952223592 y 615046675
martes, 13 de enero de 2009
Teatro y conflicto..
El Teatro se da a
“El hombre vive entre contradicciones, lo caliente y lo frío, la luz y la oscuridad, lo femenino y lo masculino, lo consciente y lo inconsciente.......el teatro es la síntesis de la verdad, esencia de la realidad..........en una buena obra de teatro habrá más crisis y contradicciones que en toda una vida de cualquier espectador”
Lo monstruoso, lo fatídico, lo antagonista tiene un simbolismo preclaro como estadio inmediatamente posterior al caos, en un plano psicológico alude a las fuerzas inferiores de la geologia espiritual, simbolizan el adversario por excelencia del héroe y de las armas, que no son más que potencias positivas entregadas al hombre por los dioses. Layton insistirá una y otra vez en que la situación de conflicto en escena no sea imaginario sino real, a través de la combinación entre un protagonista, que tiene un deseo imperioso, y un antagonista, que se opone a este deseo.
El conflicto y las vias de superación del mismo constituyen las razones mismas de ser del teatro, ya que nos fue dado para ello, y no para otra cosa. En las tipologías mismas de conflicto posible se dirimen las posibilidades mismas de existencia de lo teatral. Patrice Pavis, ha llegado incluso a plantearse un estudio de todas las modalidades posibles de conflicto para establecerlas “científicamente” y así concretar el carácter dramático de la acción teatral. Así, podemos hablar de :
-Conflicto entre concepciones del mundo: Por ejemplo, Antígona y Creonte.
-Debate moral entre subjetividad y objetividad, inclinación y deber, pasión y razón.
- Conflicto de intereses entre individuo y sociedad.
- Combate oral o metafísico del hombre contra un principio que le supera.
Sin embargo, y siendo correctos todos estos actantes conflictuales, el primer y gran conflicto es vivido por un actor consigo mismo. El actor debe combatir contra sus propias inercias, su propia falta de disciplina, su propia tendencia para descubrir que en él existen también las del personaje que representa. Y todo ello con carácter previo a su entrada y desarrollo en escena; En ese combate consigo mismo, el actor vive las veinticuatro horas del día: deberá cuidar su emocionalidad, sus compañías, procurarse un determinado tipo de vivencias y abandonar otras, sabe que lo que se muestra en el escenario es un cúmulo de experiencias que abarca las siete dimensiones del ser humano: Física, energética, emocional, mental, y espiritual , que podríamos dividir en tres facetas o cualidades: Relacionada con la voluntad, con
miércoles, 10 de diciembre de 2008
El Teatro y la constitución septenaria del hombre
Las más antiguas Filosofías del hombre y de la vida definen al ser humano no como un ente monotémico, sino como una complejidad multicolor, formada por siete aspectos o facetas, que deben ser equilibrada y manejada por inteligencia para entender y entender-se.
Sani
sábado, 18 de octubre de 2008
Teatro y sociedad
Todo ello puede ser concebido como piedra de toque para concebir precisamente el trabajo de cada hombre individual entendido como la dimensión Espiritual capaz de superar las limitaciones espacio-temporales y las limitaciones de lo finito. Si dentro del hombre nacieron esas dimensiones categoriales, dentro del hombre individual se hallarán aquellas que las superen en tanto el éste trabaje consigo mismo por expandir y aumenta r sus capacidades mediante el trabajo consigo mismo. El Profesor Livraga nos habla de una conexión mistérica en el Teatro, en concreto con los misterios menores, aquellos que versan sobre
Oráculo de Delfos
“ Como la idea del Superhombre tiene puntos de contacto con el problema del tiempo y con la idea del infinito, no es posible tocar la idea del Superhombre sin haber dilucidado los medios de acercarse al problema del tiempo y a la idea de infinito” Oupensky, “Hacia un nuevo modelo del Universo”.
Carlos Roldán